¿Con cuál viajero me identifico más?

Por Sonia Andrich.

No soy ni una bióloga, ni una humanista, ni una geógrafa y me faltaría mucho para ser astrónoma, pero el viajero con el que más me identifico entre los 25 que se nombran en este artículo de la National Geographic es Alexander von Humboldt.

El Señor Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander von Humboldt era alemán, vivió entre 1769 y 1859 y dicen que está considerado como el ultimo científico universal.

Entonces yo, chica italiana, nacida en los últimos años noventa, licenciada en turismo, enamorada de la escritura y de los viajes, Qué pinto con ese hombre? Qué tenemos en común?

La respuesta es muy sencilla: el interés y la curiosidad que ambos tenemos por descubrir Latinoamérica.

Humboldt viajó por Venezuela, Colombia, Perú, México, Centroamérica.

Yo, hasta ahora, he podido conocer un poco de Ecuador, Brasil y Argentina, bastante de Bolivia y planeo ir a descubrir aunque sea una pequeña parte de Centroamérica.

Igual que a Humboldt me fascina la naturaleza, sus peculiaridades, su forma de ser tan diferente y al mismo tiempo parecerse mucho en diferentes lugares, en diferentes latitudes.

No tomo medidas de altitud como lo hacía él, pero sí debo tener en cuenta la cuota de la montañas que subo, para saber cuándo va a empezar el mareo y evitar el así llamado “mal de altura”. No sé reconocer todas las plantas con las que me topo, ni las constelaciones que veo en el cielo, pero sé que mejor no tocar un árbol con espinas y que los navegadores miran la hermosa Cruz del Sur para no perderse. 

No hago expediciones científicas pero intento conocer lo más posible de un lugar que visito: su cultura, la manera en la que la gente vive, la comida típica, el origen de sus tradiciones.

No publico libros científicos pero intento capturar con mis palabras las sensaciones vividas, las historias de la gente, los lugares en los que viven, las dificultades por las que tienen que pasar y todo esto se transforma en cuentos.

Quizás ahora, con la globalización y todos los avances que hemos tenido, el viaje de Humboldt sería mucho más fácil: nada de barcos (a parte en la Amazonía), nada de herramientas raras enormes y pesadas que hay que llevarse solos, nada de morirse de hambre (o casi) y nada de experimentos y descubrimientos que podrían ocasionar la muerte. Seguiría buscando animales y plantas todavía desconocidos en los lugares más remotos de Latinoamérica, con su equipo de expertos que lo seguirían como los patos siguen a su mamá, mapas digitales, satélites, tecnologías que hacen del trabajo del científico un curro un poco más fácil de lo que era hace años. Se sorprendería de cuantas cosas nuevas se pueden descubrir cada año que pasamos en esta tierra llena de maravillas y amenazas.

Pero también seguiría con el mismo espíritu aventurero y lleno de curiosidad de siempre, con un palo de madera en la mano, así es más fácil caminar, un simple gorro en la cabeza, su libreta y su boli para apuntar todo y no olvidarse nada y, quizás, un telescopio para no perderse ni una estrella fugaz que pase por la bóveda celeste.

Tal vez tendría la posibilidad de llegar hasta algunas islas desconocidas del Pacifico, donde hay pueblos que no conocemos, costumbres que ignoramos y terrenos pocos pisados.

Buscaría en la naturaleza una parte de si mismo. O como lo diría él: «La naturaleza para mí no son solo fenómenos objetivos, sino un espejo del espíritu del hombre».

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

Deja un comentario