Espada preta: el pez que alimenta a Madeira

Por Raquel Alcalde Chamorro.

Lo vi por primera vez en el Mercado dos Lavradores, como un trofeo marino entre frutas tropicales y voces de vendedores. Era largo, flaco, de un negro brillante que absorbía la luz, con ojos desmesurados y dientes de pesadilla. El pez espada parecía una criatura de leyenda, pero en Madeira es parte de lo cotidiano.

No es un pescado cualquiera. A mi parecer, poco acostumbrada al pescado como parte de mi dieta, es como si hubiera sido dibujado por un niño que mezcla monstruos con serpientes marinas. Sin embargo, detrás de ese aspecto hay una historia que conecta a los madeirenses con el mar, la resistencia y el ingenio.

Este pez se pesca en las aguas que rodean la isla, con profundidades casi abisales, donde la luz ya escasea. Su captura requiere embarcaciones pequeñas pero preparadas, y pescadores pacientes. Câmara de Lobos, un pueblo pesquero al suroeste de la isla, es uno de los principales puntos de salida para las embarcaciones. Curiosamente, al igual que en muchos otros lugares, fue considerado un pez de poco valor, casi despreciado por su aspecto “raro”. Los propios locales hace un par de siglos lo veían con recelo y no inspiraba confianza. Fue necesario un cambio de percepción para que pasara de ser una criatura marginal a convertirse en un símbolo cultural y gastronómico de Madeira.

Al caminar por los pasillos del mercado, lo ves colgado, tumbado sobre hielo, fileteado y siendo limpiado por pescadores experimentados. El contraste es llamativo: a un lado, piñas, chirimoyas y maracuyás, al otro, estos peces oscuros. Todo habla de la isla y de sus numerosos contrastes.

Lo más sorprendente llega al probarlo. El plato más famoso, peixe espada com banana, mezcla el pescado frito con banana dulce, creando una mezcla perfecta. El pescado es suave, sin espinas molestas y con una textura que se deshace. La banana caramelizada le aporta un dulzor tropical que multiplica su sabor.

En otros lugares lo sirven con salsa de maracuyá, añadiendo una nota ácida y fresca. En cualquier versión, el pez espada negro es identidad, consumido y mirado con orgullo por isleños. Madeira es una isla que ha sabido mirar al mar que le rodea sin miedo y ha aprendido a convivir con ello.

No hablé con nadie sobre él directamente, pero bastaba observar las manos rápidas de los pescaderos, el cuidado con el que lo limpian, la seguridad con la que lo ofrecen. En esos gestos ya cotidianos hay mucha tradición.

Además de su valor en la cocina, el pez también aparece en souvenirs, imanes, postales e incluso en murales. Su silueta es tan reconocible que ha pasado a ser parte del imaginario de la isla. Madeira ha adoptado a este pez en el plato, en la cultura y en la identidad.

Me llevé muchas fotos suyas, por supuesto. Era un símbolo, y eso lo convierte en un objeto perfecto para recordar el viaje, así como su sabor que tanto me gustó. A veces basta con mirar con otros ojos para descubrir la belleza en lo que antes parecía feo o extraño. Madeira también es así: un lugar que no se impone, sino que se revela poco a poco, como el sabor del pescado local que crece en tu boca.

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

Deja un comentario