El baile como espejo: lo que los turistas buscan y los bogotanos tienen

Por Flor Angie Baena.

Bogotá no duerme. Al menos no del todo. Los fines de semana; y cada vez que se tenga la oportunidad, hay una energía de sabor que recorre ciertos barrios de la capital colombiana. Un aura de ritmo que invita tanto a los locales que buscan “una buena rumba” como a los turistas que vienen y quedan enamorados de esta ciudad musical y vibrante. Pero en esa promesa de fiesta hay una pregunta que intriga, y es: ¿Qué se siente realmente bailar en Bogotá?

Hay que mencionar que, por un lado, la ciudad ha sido históricamente un punto de referencia y encuentro de tradiciones musicales de todo el país, como salsa, carrilera, cumbia, música llanera, champeta, vallenato, entre otros géneros. Por otro, en los últimos diez años, ha crecido enormemente el turismo, especialmente en barrios como Chapinero, La Candelaria y el Centro Internacional, los cuales han transformado la vida nocturna con otros modelos más “exóticos” como electrónica, reguetón, techno, afrohouse. Y ¿para quiénes son estas pistas de baile?

Discotecas que tienen la esencia colombiana, las cuales están llenas de murales de palenqueras, decoración de tiendita de pueblo y cumbias cuidadosamente curadas para no incomodar al visitante extranjero y se fusionan con los diferentes sonidos como techno berlinés o el deep house de Ibiza. El resultado de todo esto es que logra satisfacer muchos gustos.

Un ejemplo elocuente es el caso de Quiebracanto, un bar con más de dos décadas de historia en el centro de Bogotá. Originalmente que era un espacio para la salsa dura, la música cubana y la resistencia cultural, hoy se pone a la moda por las exigencias de una clientela que cambia y piden perreo y demás. A unas cuadras, en la zona de Las Aguas, bares como Video Club dan las experiencias más sofisticadas, ideal para públicos exigentes, en su mayoría para foráneos.

Todo esto plantea la siguiente pregunta: ¿Estamos perdiendo el sentido comunitario del baile, ese que surgía espontáneo en una fiesta de barrio y que ahora parece incitado por la moda?

El baile siempre ha sido un lenguaje social, un espacio de desahogo, de cortejo, de resistencia. En una ciudad tan inevitablemente estratificada como Bogotá, los lugares para bailar han funcionado como un encuentro para las diferentes clases sociales y de generaciones.

Tal vez esta tensión entre autenticidad y espectáculo, entre baile como rito y baile como tal un producto, no tenga una definición clara. Pero es un terreno para buenas investigaciones.

La rumba bogotana está viva. Pero también está siendo moldeada por el turismo, las redes sociales, la economía, entre otros factores. Observar lo que ocurre en sus pistas de baile no es solo una forma de hacer un registro visual, sino que es, una forma de leer la ciudad.

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

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