Bután y sus falos: de lo sagrado a lo cotidiano

Por Eva Sierra.

Como no podía ser de otra manera, el objeto que sin duda llamó mi atención en mi viaje a Bután fue el pene. Hace más de 15 años, en un viaje a Tailandia, en una cueva escondida en un extremo de la playa de Railey, vi un santuario lleno de penes. En su día nos dijeron que eran un símbolo de fertilidad y que las mujeres que querían quedarse embarazadas iban a esa cueva a rezar a ese enorme falo de madera, plantado sobre un altar hecho con arena de playa, rodeado de pequeños falos y miles de ofrendas. Había leche, fruta, galletas y flores, miles de flores adornando esa fálica cueva.

Lo de Bután está a otro nivel. Para ellos, además de simbolizar la fertilidad, es un amuleto contra la mala suerte, las malas lenguas y las envidias y, por ende, nadie se resiste a tenerlo en su salón, en el coche o pintado en las paredes de las entradas de sus casas para evitar precisamente lo que ninguno queremos, que hablen mal de nosotros.

El templo Chimi Lhakhang, también conocido como el Templo de la Fertilidad, es uno de los lugares más peculiares y venerados de Bután. Se encuentra en el valle de Punakha, y su historia está íntimamente ligada a la figura del Loco Divino, Drukpa Kunley, un excéntrico y venerado lama del siglo XV, maestro tántrico de la escuela del budismo tibetano.

Famoso por su estilo de enseñanza no convencional, incluía el uso del humor, el vino y el sexo para ilustrar la naturaleza del deseo y la iluminación. Él estaba más allá de las normas y convenciones establecidas por la sociedad burlándose de la hipocresía, incluyendo la orden monástica. Por eso usaba el falo, que simbolizaba la incomodidad que la sociedad experimenta al enfrentarse a la verdad. Luchó contra varios demonios a los que subyugó en el montículo donde se construyó posteriormente este templo y desde entonces, devotos de todo el país van allí a rezar por la salud y supervivencia de sus hijos. En Bután, su figura sigue siendo objeto de respeto y humor popular a la vez.

Uno de los aspectos más llamativos del templo y de las aldeas cercanas es la abundancia de falos en las paredes de las casas y tallados en madera. Estos no son obscenos, sino símbolos de buena suerte, fertilidad y protección contra el mal de ojo, vinculados directamente con la figura de Kunley.

Recuerdo la llegada al templo, tras una breve subida de 20 minutos por un camino rodeado de pinos. Al entrar, sin tener la opción de grabar como en ninguno de los templos a los que accedimos durante el viaje, vimos una cola de mujeres esperando que un monje les diera en la frente con un pene de madera. Es la plegaria previa a quedarse embarazadas, esa y dar vueltas al templo en el sentido de las agujas del reloj con una mochila en la espalda con forma de falo de madera, mientras van rezando. Había fotos de niños por todos lados, mujeres que regresaban a dar las gracias con sus hijos de la mano después de haber conseguido embarazarse, animando a las que aún no lo habían logrado. Se respiraba un ambiente de esperanza y alegría dentro de ese templo que por poco no me pongo yo en la fila a recibir las mismas bendiciones que el resto de mujeres. Al final no lo hice, vaya a ser que vuelva a España con regalo.

Tras salir del templo dimos un paseo por el pueblo, y pudimos comprobar que especialmente esa aldea, está completamente inmersa en considerar al pene como el símbolo de buena suerte, fertilidad y protección contra el mal de ojo.

Todos los vecinos mostraban con orgullo las fachadas de sus casas y en absolutamente todas las tiendas, tanto de recuerdos, arte o incluso cafeterías, había penes pintados como si de auténticas obras de arte se tratara, que personalmente para mí, lo eran.

Yo he normalizado esa figura después del viaje, tanto que tengo uno en las llaves del coche, muy bonito a mi parecer. Pero es curioso cómo en vez de un pene, si fuera un trébol de 4 hojas o el famoso ojo turco, es algo aceptado, pero una figura fálica sigue siendo motivo de vergüenza o falta de decoro en nuestro país, mientras que a miles de kilómetro de nuestras casas, es impensable no tener varios decorando y protegiendo el hogar.

Yo de momento no lo quito del llavero, todo sea por evitar las malas lenguas, las envidias y tener buena suerte.

Reel sobre los falos en Bután: https://www.instagram.com/reel/DI9bAfmooP9

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

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