Por Patricia Xercavins.
Me encuentro en una tierra donde cuesta ver el sol. Llueve con frecuencia y las mañanas amanecen con neblina, días grises. El verde lo envuelve todo y se convierte en el gran protagonista del paisaje, sobre todo cuando esta tierra, tan cercana al mar, pierde su contacto físico con él. Doy un paseo por cualquiera de sus pueblos de interior, acompañada de un chubasquero. El viento muchas veces es tan intenso que no deja a ningún paraguas vivo. Y si te fijas bien, encima de casi cada puerta o ventana hay una flor seca colgada. ¿Cuál debe ser su significado?
Con preguntar a una sola persona se resuelve fácilmente la duda. Se trata de una eguzki-lore en euskera o Flor del Sol en castellano, no parece una casualidad. Con tanta falta de vitamina D en el ambiente el sol tenía que estar presente en algún lado. Se trata de una especie particular de cardo del norte de la Península Ibérica que crece casi pegada al suelo con una forma muy parecida al sol. Son flores circulares de hasta unos 30 cm de diámetro con un centro circular amarillo rodeado todo su perímetro de “pétalos” puntiagudos que parecen rayos y envuelto en hojas espinosas. Estas se recogen en verano cuando están completamente abiertas por el calor y se dejan secar boca arriba.

El origen de este símbolo vasco se remonta a tiempos precristianos, ligados a la veneración de la naturaleza y su historia combina naturaleza y mitología local. Se trata de un signo pagano que ha convivido y sobrevivido durante siglos al cristianismo. Y no se encuentran hoy en las puertas y tiendas de souvenirs en todos sus formatos solo porque sean bonitas.
Una de las leyendas que más me gusta nos habla de mucho más. Nos presenta a malos espíritus, sorginak (brujas) y lamias (seres femeninos mitológicos vascos de gran belleza ligadas al agua, que mayoritariamente eran buenas, pero podían llegar a ser malvadas) y de cómo las eguzki-lores protegían a quienes vivían detrás de esa puerta o ventana. Y es que ninguno de estos seres nocturnos y mágicos podía entrar a la casa sin antes contar todos los pétalos. Y como tiene muchos, y además difíciles de contar, les llegaba el amanecer y tenían que huir antes de que el sol les alcanzara. Otra de sus cualidades mágicas era que se decía que evitaba tormentas, e incluso que podía proteger al ganado o las cosechas asegurando la comida y la salud.
Versiones más prácticas y científicas de la historia hablan de que se trata de una planta que aún estando seca tiene un comportamiento higroscópico. Cuyos pétalos reaccionan cerrándose ligeramente ante los cambios de humedad ambiental pudiendo ser un chivato meteorológico. Es decir que podrían haber sido una especie de barómetro natural avisando a los habitantes de las casas de la llegada de la lluvia.
Hoy en día, alrededor de 1.500 años después continuamos encontrando eguzki-lores encima de muchas de las puertas y ventanas del País vasco. El símbolo ya se ha convertido en un símbolo decorativo que gracias a la tradición oral inicial ha vivido todo este tiempo. Hoy su recolección salvaje está totalmente prohibida, durante unos años fue tal su recolección que, con esta medida, se intenta protegerlas y conseguir que no lleguen a extinguirse. Aun así, la encontramos en cualquier tienda de souvenirs en cualquier formato que se nos pueda imaginar, joyas, camisetas, tazas, adornos, lápices y hasta semillas para el difícil autocultivo.
Como persona racional y práctica creo en el peso de esta teoría más que en sus poderes mágicos, pero no se pierde nada por protegerse por si acaso. Además, si aprendes a mirar, tienes un barómetro natural en la puerta. Y curiosidades de la vida, no es hasta que las descubro en País Vasco cuando empiezo a verlas en mi tierra natal, Cataluña. En una de mis últimas visitas al Pirineo, me encuentro con eguzki-lores en las puertas que llevo más de 20 años viendo, y no, no parecen nuevas. Me encuentro ante una muestra de que no miro con mismos ojos aquello que visito que aquello que siento mío. Eso sí, un punto a mi favor: ni de lejos hay tantos como en Euskadi. Pero tendré que investigar que hay detrás y comprobar si incluso una magia parecida se esconde tras ellas.
Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.