Por Blanca Pereda
Dentro de poco costará respirar. Al fondo de la habitación, un fuego crepita aplacando
el frío del primer día del año. Por la noche, Agnes puso a secar junto al fuego las
ramas de enebro que ahora arden. Se han convertido en un humo denso y envolvente
que cubre cada rincón. Las ventanas permanecen cerradas y su olor acre se adhiere al
aire. Se oyen toses, pero nadie se mueve: aún no ha llegado el momento de abrir las
ventanas.
Entre las páginas de un herbario digital, encontré un humo que no se había disipado. El Saining, un antiguo ritual de purificación escocés, seguía vivo, respirando entre las grietas del tiempo.
El Saining es un eco de los antiguos ritos celtas de purificación y protección. Consiste en bendecir un hogar mediante el humo de hierbas como el brezo, el enebro o el romero. Este rito sobrevivió a la cristianización y a los siglos de modernidad conservando su esencia: limpiar, proteger, renovar. Hoy perdura entre quienes buscan reconectar con la naturaleza y con las raíces espirituales de Escocia. En un tiempo dominado por lo efímero y lo digital, el Saining recuerda la fuerza de lo tangible: el calor del fuego, el olor del humo, la vinculación con la tierra. Su persistencia demuestra que, si se las cuida, las tradiciones no mueren, sino que se mantienen, si no impasibles, vivas.
Buscaba ejemplos de folklore vivo que no se limitaran a festividades populares (aunque, curiosamente, los festivales de fuego como Beltane o Samhainn son una muestra grandilocuente del Saining). Entre lecturas y clics encadenados, encontré un archivo en
línea que recoge prácticas de magia popular y medicina herbal, descubierto —como casi todo lo importante— por casualidad. Al leer sobre el Saining comprendí que la tradición también puede sobrevivir en los gestos más íntimos de los hogares. Su relevancia reside en que une historia, identidad y naturaleza en una misma práctica. Como señala Scott Richardson-Read, «el Saining tiene que ver con la protección, la purificación y la renovación. Es una práctica profundamente local, arraigada en el paisaje, la gente y las plantas que los rodean». Una vez más, encuentro respuestas a cómo sobrevive el folklore escocés al paso del tiempo.

Este hallazgo es una ventana hacia algo más amplio: la intimidad de las creencias antiguas. En un formato escrito, puedo detenerme en esa contradicción del ritual heredado frente al descubierto en internet. Me permite explorar cómo las tradiciones mutan entre generaciones, cómo lo sagrado convive con lo cotidiano y cómo la búsqueda de significado transforma prácticas centenarias.
Hoy, el Saining se mantiene vivo lejos de las chimeneas rurales donde se practicaba. Lo realizan personas que buscan una conexión más profunda con la tierra, movidas por el deseo de pertenecer a algo más grande y antiguo. Sin embargo, en su adaptación al presente, el rito ha adoptado nuevas formas, a veces desvinculadas del conocimiento ancestral que le dio origen. En ciertos casos el gesto se replica sin contexto, convertido por moda o desconocimiento en un símbolo de bienestar. Y esto plantea preguntas inevitables: ¿sigue siendo folklore cuando se practica fuera de su contexto original? ¿O se convierte en una reinterpretación moderna? Quizá ambas cosas sean ciertas. El Saining encarna la capacidad de la tradición para transformarse y seguir respirando, pero también nos recuerda el riesgo de vaciar de significado una costumbre convertida en tendencia. Para mí, este ritual habita ese espacio entre la memoria y la reinvención, entre la raíz y la búsqueda, entre lo que permanece y lo que renace.
En la casa de Agnes, alguien se levanta por fin y abre las ventanas. El humo sale en
bocanadas densas hacia el frío, llevándose lo viejo, lo enfermo, lo no deseado. El aire
nuevo entra como una promesa.
Hoy, en algún lugar de Escocia, alguien más abre una ventana tras quemar hierbas. Quizá lo aprendió de su abuela, quizá lo leyó en internet. Sea como fuere, el folklore sobrevive por su capacidad de adaptarse. Como el humo, cambia de forma, se disipa, resurge. Y mientras alguien siga abriendo ventanas, la tradición seguirá ardiendo.
Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.